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TUMBONAS LEJANAS
¿Eres de las que madruga en vacaciones para «coger sitio»?
¿Te has parado a pensar lo que impacta en tu vida no parar ni en vacaciones?
¿Te planteas «aprovechar» las vacaciones?
…. si te resuena, sigue leyendo!
Echo de menos el verano. No porque sea mi época del año favorita, ni siquiera me gusta el calor… Pero en verano, todo va más despacio.
Para empezar, no hay cole: no hay que madrugar. Creo que si pudiéramos tomar conciencia de la maravilla que es para nuestro cuerpo poder seguir su propio biorritmo, se acabaría el capitalismo. Pero esto es una flipada mía, y es para otro post.
Al no madrugar, ya las prisas cambian. No es lo mismo madrugar para ti misma, para currar, que madrugar por ti y por todas tus compañeras, que es lo que hacemos las mujeres-madres. Pero eso, también es para otro día (y el estrés al que está sometida la infancia, también. Voy ya por 3 post más… no?)
El tiempo tiene otra cadencia en verano, y el puro calor hace que todo se vuelva pesado… y por lo tanto, más lento. Aunque sigas trabajando. Hay gente que incluso tiene otro tipo de jornada en verano; las autónomas vemos mermado nuestras horas de trabajo –y nuestros ingresos, consiguientemente-, en verano… menos pelas, más tiempo: la ecuación no acaba de cuadrar casi nunca, pero lo cierto es que, sin romantizar en absoluto la precariedad (no puedes disfrutar de tener tiempo si te cuesta pagar la factura de la luz el mes de agosto); cuando puedes salir de ella, aunque no te dé para hacerte un viaje a las Maldivas, el hecho de tener tiempo compensa.
Al tener más tiempo y vernos obligadas a ir más lentas, bajan los niveles de ansiedad del día a día: ese estrés de ir “que no llego-que no llego”, a todas partes.
Podría ser así todo el verano, pero hay 1 evento anual, que hace que toda esa calma y esa paz se vaya a la mierda: la semana que puedes irte de vacaciones...
Quiero decir: de media, en el Estado Español, la peña nos vamos “de vacaciones” (es decir, que además de no trabajar fuera de casa, viajamos o nos desplazamos y vamos a un camping-apartamento-hotel- etc…), alrededor de 1 semana en verano. El resto del tiempo, aunque no trabajemos fuera de casa, si no “viajamos”, percibimos que no “estamos de vacaciones”, por muy gustosa que pueda ser la cosa. Como por ejemplo: como he estado yo: 3 de mis 4 semanas de vacaciones, en mi casa tan agusto. En mi ciudad, pero sin prisa. Con mi hija, pero sin agenda. Conmigo misma, y sin tiempo, algo bastante raro.
El caso es que una se pasa soñando con esa semana vacacional idílica en verano… Y cuando llega, se convierte en una pesadilla. Resulta, que en esa semana, se acaba el tempo veraniego, la calma, la cadencia y hostias en vinagre.
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Para mí, el elemento que representa a la perfección lo que quiero transmitir es LA HAMACA DE PISCINA.
Vaya por delante que a mí me gusta sentarme en el suelo más que en ningún otro sitio. Y creo que eso también me coloca en otro lugar.
Pero a lo que voy: durante la semana que estuvimos de camping, escuchaba a mucha gente madrugar, atónita. He hablado de esto con varias colegas, sobre todo acerca de los viajes que parecen un tourist guide, y del concepto de “hay que aprovechar” en vacaciones. Nunca he podido irme de vacaciones con un planing diario de 9.00 a 00.00hrs. Me gusta pasear por las ciudades sin rumbo, y lo que no vea, pues tampoco me voy a morir. Pero disfrutar de ese rato, eso sí que no se repite… Y volver más estresada de las vacaciones de lo que marché… pues como que no me compensa.
Total, que cogimos la rutinilla de que las peques desayunaban y se iban a tirar por los toboganes compulsivamente; y yo me quedaba leyendo o viendo mi serie (nadar poco, que hizo un frío que pelaba), y un ratito antes de comer iba a recogerlas. Así que llegaba con mi libro, y me plantaba en el cuadradillo de suelo que quedaba.
Al 3º día, me senté entre 2 grupos de hamacas. Estuve un ratito observando el ir y venir de la gente, los gritos en los toboganes, los dientes tiritando que no se nota de lo bien que lo estás pasando… Me encanta observar.
En ese rato, ví varios “bailes de hamacas”. Varias personas estaban hipervigilantes cual águila, para ver si algún culo se levantaba de una hamaca. Observé también cómo algunos grupos, cuando se iban, buscaban a alguien a quien “cederles” tan preciado tesoro. No sea que fuera a coger esas preciadas tumbonas cualquiera! Pensé que en cualquier momento alguien se liaría a hostias por las hamacas. Porque nadie se peleó, pero algún comentario “borde” escuché, por parte de las personas que llegaban segundas “por un pelo”, a la caza de las Tumbonas.
Por otro lado, ví durante varias horas tumbonas tapadas con toallas. Entendí que era la forma de “guardarse el sitio”. Y sí, estaban los típicos carteles con la normativa, entre la que se incluía que no estaba permitido guardar tumbonas. Pero.. ¿quién se ocupaba de que la normativa se cumpliera?
NADIE.
Cuando las personas que deberían encargarse de poner límites no lo hacen, se genera una extraña ley de la selva, donde todo vale. En este caso, por una hamaca.
Pero entiéndanme: la hamaca es la metáfora de la vida misma. Del black Friday. De los puestos de trabajo. De los pisos “baratos” en Madrid. De los rollos de papel higiénico en el COVID.
Y es que, cuando estamos en Supervivencia, la Empatía, el sentido de la Comunidad, y la noción de Equidad se desvanecen.
Durante los 7 días que estuve en el cámping tuve distintas vivencias en torno a las tumbonas.
Una señora que estaba en un grupo con varias niñas, me dijo que si quería 1, se podían apañar.
Un señor que llevaba todo el día al sol, cuando ya se iba a ir, miró a su alrededor, me vio ahí esturreada en el suelo (y la que le pillaba más cerca, también), y me dijo que si la quería, que ya se iba.
… Y el caso es que la gente se veía con EL DERECHO DE CEDER LA TUMBONA, O DE ELEGIR A QUIÉN DÁRSELA CUANDO NO QUERÍAN USARLA MÁS.
Qué cosas… ¿verdad?
Y entendí muchas cosas. Entendí cómo nos hacen matarnos entre nosotras inculcándonos la idea de que “NO HAY PARA TODAS”. De que “HAY GENTE QUE SE APROVECHA, Y LUEGO…” . Entendí cómo el sistema hace que, miedo mediante, y supuestos DERECHOS y LIBERTADES mediante, no podamos descansar ni siquiera la única jodida semana que podemos permitirnos “salir de vacaciones”.
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Y me dio mucha tristeza ver a tanta gente tan estresada por una tumbona que no les hacía ninguna falta.
Tanta gente enfadada por una tumbona que no les hacía falta.
Tanta mujer sin descanso cocinando, limpiando, y yendo temprano a reservar las tumbonas para toda la familia.
TANTA PERSONA QUE SÍ HUBIERA NECESITADO LA TUMBONA, POR TEMAS DE MOVILIDAD, Y A LA QUE NADIE LE CEDIÓ LA SUYA.
Y… ¿sabéis qué es lo más gracioso?
Un día cuando ya no había nadie, por curiosidad, me senté en una tumbona.
Y ERA INCOMODÍSIMA.
Pero supongo que, en la lucha de conseguir una, nadie se había dado cuenta…